CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO

Fingir demencia. De la escalada electoral a la insensatez

Por Valeria Casal Passion



COMENTARIO PREVIO DE OSVALDO BUSCAYA

a) {No es la primera vez que en los últimos años se negó la desaparición de personas. Una de estas ocasiones fue durante la desaparición de Santiago Maldonado, cuando ciertos sectores opositores y negacionistas citaban un número: 5.429. El actual candidato libertario junto a su vice, que llama a cometer bullying a los de izquierda, además de licuar el Estado, los derechos conseguidos, la salud y la escuela pública, pregonar una posible masacre económica, avalar la venta de órganos sin tener en cuenta las consideraciones bioéticas que subyacen, cita otro número: 8.753. El “desaparecer” implica un espacio hueco, un tiempo vacío, un silencio de muerte. La desaparición forzada de personas conforma la historia de la crueldad, la más cruda incertidumbre, la dolorosa búsqueda, la eterna herida abierta sin la posibilidad de símbolo.  No se trata de minimizar la cantidad, se trata de negación, barramiento y una insultante posición ante dolorosos hechos que producen marcas sociales imborrables o lo que es peor, pactos denegativos que inauguran síntomas sociales.}

Pues, es la estrategia Goebeliana de los “COLEGAS” que se alternan en el poder gubernamental y se utilizan unos a los otros, para un beneficio propio en: Negar todo, mentir en todo y que todo sea (al menos dudoso) dudoso. En su periodo Goebbels agitaba y manipulaba la masa poblacional satisfaciendo su narcisismo paranoico y el de los integrantes del nacionalsocialismo. Goebbels tuvo una niñez y adolescencia marcada por los complejos causados, entre otros, por su enfermedad con cojera permanente (poliomielitis). Goebbels (en línea de los aportes de Jung) centralizó el control de la vida cultural e intelectual de Alemania, haciendo hincapié en sus medios de comunicación, la radio. A través de este medio, el sistema hubiera carecido de apoyo popular y no hubiese podido mantener su férreo control activo (como actualmente hoy, mediáticamente a nivel planetario y local en Argentina).

Los “COLEGAS” que se alternan en el poder gubernamental y se utilizan unos a los otros, para un beneficio propio: orquestan un sistema de consignas para ser transmitido mediante un poder centralizado del cine, la radio, el teatro, la literatura y la prensa, promocionando y hacer públicos los avisos del gobierno (como actualmente mediáticamente a nivel planetario y local en Argentina los “COLEGAS” que se alternan en el poder gubernamental y se utilizan unos a los otros, para un beneficio propio).

Los “COLEGAS” que se alternan en el poder gubernamental, cada uno con sus partidarios y se utilizan unos a los otros, para un beneficio propio:

*Adoptan como símbolo en sus partidarios un adversario único como enemigo.

*Con el método de contagio, reúnen diversos adversarios en una sola categoría o individuo.

*Usan la metodología de transferir sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque.

*Exageran y desfiguran, con cualquier hecho, por elemental que sea.

*Con la vulgarización popular, mediante un nivel sobre la menos inteligente de las personas a las que va dirigida establecen que, cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar, utilizando la limitada capacidad receptiva de las masas, limitada y con escasa comprensión y su gran facilidad para olvidar.

*Orquestan una propaganda sobre un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, día tras día en TV, radio, prensa, celular, etc. presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Es decir: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

*También renuevan constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que la masa poblacional esté ya interesada en otra cosa.

*Acallan en cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimulan noticias con la ayuda de medios de comunicación afines con argumentos que arraiguen en actitudes primitivas. Una suerte de unanimidad convenciendo posteriormente a la población en pensar “como todo el mundo”, y se disimula el desastre económico/social la pobreza y la marginación.

Nos han convertido en versátiles, impulsivos, irritables y con las restricciones en nobles o crueles, heroicos o cobardes, pero siempre imperiosos de tal manera, que nuestra personalidad e incluso nuestro instinto de conservación desapareció y ante el condicionamiento mediático con el continuo “ametrallamiento” periodístico de la TV, Facebook, zoom, celulares, nos han ubicado como meros objetos experimentales. Así, la instrumentación mediática del periodismo día a día constantemente, incapacitó nuestra voluntad perseverante, para abrigarnos en un sentimiento de omnipotencia.

Hoy, ya es tarde.

Osvaldo V. Buscaya (1939)

Psicoanalítico (Freud)

20 de diciembre de 2023

CABA

Argentina

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Fingir demencia. De la escalada electoral a la insensatez

15/11/2023- Por Valeria Casal Passion


Actualmente entre los jóvenes, de manera lúdica, cuando se pretende que algo no ocurrió se lo califica como: “fingir demencia”. La falta de registro sintomático, como los olvidos, es un indicador de demencia. Poner en tela de juicio la cantidad de desapariciones se trata de negación, barramiento y una insultante posición ante dolorosos hechos que producen marcas sociales imborrables o lo que es peor, pactos denegativos que inauguran síntomas sociales. Una vez más es imprescindible para la salud mental: memoria, verdad y justicia.


 Sobre la desaparición forzada de personas

 

  No es la primera vez que en los últimos años se negó la desaparición de personas. Una de estas ocasiones fue durante la desaparición de Santiago Maldonado, cuando ciertos sectores opositores y negacionistas citaban un número: 5.429.

  El actual candidato libertario junto a su vice, que llama a cometer bullying a los de izquierda, además de licuar el Estado, los derechos conseguidos, la salud y la escuela pública, pregonar una posible masacre económica, avalar la venta de órganos sin tener en cuenta las consideraciones bioéticas que subyacen, cita otro número: 8.753.

  El “desaparecer” implica un espacio hueco, un tiempo  vacío, un silencio de muerte. La desaparición forzada de personas conforma la historia de la crueldad, la más cruda incertidumbre, la dolorosa búsqueda, la eterna herida abierta sin la posibilidad de símbolo.  No se trata de minimizar la cantidad, se trata de negación, barramiento y una insultante posición ante dolorosos hechos que producen marcas sociales imborrables o lo que es peor, pactos denegativos que inauguran síntomas sociales.

  Actualmente entre los jóvenes, de manera lúdica,  cuando se pretende que algo no ocurrió se lo califica como: “fingir demencia”.

Según la Organización Mundial de la Salud, “La demencia es un síndrome que provoca el deterioro de la memoria, el pensamiento, el comportamiento y la capacidad para realizar actividades cotidianas”. La falta de registro sintomático, como los olvidos, es un indicador de demencia.

  En diciembre del año 1966 Michel Foucault brindó dos conferencias: “El cuerpo utópico” y “Las heterotopías”. Allí enunciaba que el cadáver y el espejo le otorgan forma, contorno, peso y lugar al cuerpo; también el encuentro sexual con un otro.

  También el amor, como el espejo y como la muerte, apacigua la utopía de tu cuerpo, la hace callar, la calma, y la encierra como en una caja, la clausura y la sella. Por eso es un pariente tan próximo de la ilusión del espejo y de la amenaza de la muerte; y si a pesar de esas dos figuras peligrosas que lo rodean a uno le gusta tanto hacer el amor es porque, en el amor, el cuerpo esta aquí. (Foucault, 2010, p.18)  

  Ese estar aquí del cuerpo, inclusive en  la despedida de sus seres queridos, es lo que permite el simbolismo ceremonial de los velatorios. Éstos posibilitan verlo, tocarlo por última vez: es el reconocimiento de ese cuerpo. Ya no hay psique allí, hay corpus, solo corpus. Se presenta el nombre de quien ha muerto, hay un nuevo reconocimiento allí de que ese corpus le corresponde; es nombrado como lo fue al nacer, al vivir y luego al morir.

  Esta es la más terrible privación a la que han sido expuestos los desaparecidos y sus familias. El mayor delito inicialmente es el sacrificio de la vida y la vulneración de la condición humana, luego la prohibición del reconocimiento de que ese cuerpo está ahí, de ser nombrado: “Q.E.P.D… Aquí yace”.

  Privados del simbolismo ceremonial esos cuerpos no están, no han sido reconocidos; ¿aún son cuerpo?, ¿han muerto?, ¿dónde están los cuerpos en ausencia de su reconocimiento?: aún son utopía, el cuerpo en un sin-lugar y en un sin-tiempo.

  La medicina forense y la genética se ocupan de un Real, de lo que persiste del cuerpo más allá de la muerte: el ácido desoxirribonucleico (A.D.N.) Así la genética devuelve en los casos de las víctimas de desapariciones forzadas aquella huella perdida, devuelve la marca de la herencia, muestra que “aquí hay un cuerpo” y en muchos casos devuelve la posibilidad de nombrarlos, inscribirlos y devolverlos al polvo. A través de ese Real el cuerpo aparece y vence la utopía.

  Giorgio Agamben se lo preguntó posteriormente en su saga Homo Sacer, “¿qué queda de Auschwitz?” Los argentinos hemos sido testigos, protagonistas y víctimas de aquellas consecuencias.

Fingir demencia” ante la aberración es su apertura y la invitación al espinoso camino de la insensatez.

  En un prólogo aleccionador Ernesto Sábato enunciaba (1984):

Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado”. 

  Que así sea: memoria, verdad, justicia y recordemos: sin democracia no hay salud mental.

Referencias:

Foucault, M. (2010) El cuerpo utópico. Las heterotopías. Ed. Nueva Visión.

O.M.S. Demencia. https://www.paho.org/es/temas/demencia

Sábato, E. (1984). Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas. Prólogo.